Evadiendo la pega encontré esta foto de un viaje al sur cuando chica... me encanta; llevo puesto unos suspensores de caricaturas que eran mortales... y me gusta también la expresión de sopresa de mi hermano. Como a él, me sorprendería que hoy pudiésemos sentarnos en unas sillas como esas.
Me encanta este paseo. Lo hago una vez al año, pero me gustaría hacerlo más seguido. Desde Vespucio vengo haciendo el floreo, respiro agitada para tragar el aire de octubre y cuando llego a la reja verde, doy la vuelta entera y hago la reverencia. Saco el pañuelo blanco cuando quedan 4 casas, y me seco las lágrimas con él (a veces he usado la manga del chaleco).
Reviso los espacios entre los pastelones que he recorrido y cada año me parecen más pequeños. Comparto raros sonidos con la gata, el perro bueno y el perro celoso y luego saco una vez más el pañuelo; esta vez lo agito para decir solo palabras lindas, buenos deseos y me dirigo feliz hacia la plaza... inspiro con un gesto meloso el aire, agito la respiración otra vez y siento que el amarillo saludable, no crepúsculo, me invita a habitar los alrededores del cuadrante. Y me quedo contenta.